domingo, 8 de noviembre de 2015

PREMIO DE EXPRESIÓN ESCRITA PAÍS VASCO



55ª edición del Concurso de Jóvenes Talentos de Coca-Cola

GANADORA AUTONÓMICA PAÍS VASCO

Anell Fernández - Eskibel


MEMORIAS DE UN VIEJO COCHE

La cinta transportadora me va acercando poco a poco al que será el final de mi emocionante vida. Tantas cosas que recordar y cada vez menos tiempo. No siento pena ni estoy triste, pues desde que me llevaron al desguace he tenido tiempo suficiente para traer de vuelta todos esos recuerdos. Estoy contento; sé que después de esto ayudaré a cumplir más sueños formando parte de otro coche, dándole nuevas experiencias y un poquito de sabiduría.

Sé que soy viejo, pero al recordar me siento como aquel joven vehículo soñador que quería recorrer el mundo entero.

Las caras de mis dueños pasan como imágenes de una película por mi cabeza. El trabajador James. La soñadora, libre e interesante Anna. Los ladrones que me quitaron de sus manos. Y por último el viejo Charles, encantador, sabio y dulce como un terrón de azúcar, tanto que te podía causar caries.

Y las cosas importantes que les pasaron en mi presencia. James y Anna (padre e hija) y el viaje a Kentucky del que no volverían, pues era el comienzo de su nueva vida en Estados Unidos. La mirada tristona de Anna que atravesaba mis ventanillas, y las lágrimas que resbalaban por su rostro. Cuando Anna hizo el viaje a Australia con sus amigas y no dudó un segundo en llevarme. Cuando me robaron una noche en Sidney. Aquellos ladrones me llenaban con sus botines, joyas, dinero… Los sucios crímenes de los que yo no quería formar parte. Y un día me abandonaron. Me vendieron a una casa de subastas. Aquellos meses me sentí solo y traicionado. Entonces llegó el día en que el viejo Charles peleó por mí y consiguió pujar más alto. Le salí barato pero me cuidaba como si fuese lo más preciado que tenía. El reencuentro con sus nietos fue memorable y tierno como el pan. Los llevaba a todas partes en mí y yo me sentía parte de la familia.

Solo me quedan unos pocos metros para llegar a la zona en la que me desmontarán. Todavía me queda tiempo antes de pasar página y empezar ese nuevo capítulo en el que pensaré una y otra vez “En aquel tiempo siempre estaba moviéndome”.

Suenan en mi cabeza las graciosas charlas de Anna y su padre en las que ella hablaba de que tenía una doble vida, porque era una fangirl. Siento la emoción que ella sentía cuando leía sus libros tan preciados en mi asiento. El cariño que sentían los nietos de Charles, que se palpaba en cada abrazo y en cada caricia que les daba. Nunca olvidaré nada de esto. Pero prefiero olvidar la época de aquellos sucios y desagradables ladrones.

La gente se preguntará dónde están mi alma, mis recuerdos, las memorias de un viejo coche. Es una pregunta fácil de responder. Están en cada pieza de mi motor, en cada costura de los asientos, en cada reflejo de los espejos, en cada parpadeo del intermitente. Con cada pieza va un recuerdo, que podré enseñar al coche que la necesite después de mi.


Siento como me van vaciando, pero me siento lleno por todas las cosas que me han pasado. Me siento libre, dulce, trabajador: me siento como una vez se sintieron mis dueños. Les veo sacudiendo sus manos con sonrisas deslumbrantes dibujadas en sus caras. Esto es lo que recordaré: quién he sido.

Me convierto en mil piecitas, mil recuerdos, mil vidas, mil personas. Desaparezco poco a poco. Es hora de decir adiós antes de desvanecerme.




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